Un vino maduro ya desde que en 1987 lograra la Denominación de Origen, que ha ido consolidándose en las mesas españolas logrando abrirse un hueco en el mercado gracias a su evolución constante. Marcado por la fuerza del río Duero, el vino de Toro mantiene su constante crecimiento hasta ser una de las cosechas más importantes del país.
Unas 6.000 hectáreas delimitadas por el Duero que baña unas cepas viejas que dan caldos de excelente calidad y producción muy reducida. Junto al río Duero, unos suelos muy ligeros que aprovechan la escasa pluviosidad y gran cantidad de horas de sol, marcan el caracter de estos vinos.
Los vinos de Toro cuentan con una gran tradición siendo sus orígenes anteriores al asentamiento de los romanos en la península ibérida. Ya en tiempos de la Edad Media fue considerado un bien de gran aprecio, siéndole concedido privilegios reales que permitían su comercialización en ciudades donde la venta de otros vinos estaba prohibida. Sirvió eso para que la uva de Toro llegara al nuevo mundo de mano de los navios españoles.
Durante el siglo XIX se exporta en grandes cantidades a Francia para suplir la falta de vino provocada por una plaga y es en los años 70 cuando se dan los primeros pasos para crear lo que con el paso del tiempo llegaría a ser la Denominación de Origen Toro, cuya culminación llega en 1987 y llega hasta nuestros días más en forma que nunca.